Peritajes & Peritos

Hoy en día a veces se solapan los conceptos de Miedo y Ansiedad, no haciendo referencia exactamente al mismo fenómeno. Entendemos por Miedo una reacción normal, básica y constante de la naturaleza humana, que posee un valor funcional y adaptativo para el individuo. Sin embargo, establecemos la diferencia con la Ansiedad cuando se habla de una reacción que acontece ante situaciones menos específicas que el miedo, siendo más difusa y anticipatoria, apareciendo sin la necesidad de que se de una amenaza externa evidente.

Normalmente la Ansiedad es experimentada por los adultos  ante situaciones de peligro, acontecimientos estresantes o de incertidumbre, viéndose afectados por un estado de agitación e inquietud que funciona como mecanismo adaptativo para ayudarnos a superar las sensaciones propias de estos momentos.

Este mismo fenómeno también se da en el caso de los niños y adolescentes dado que, a edades más tempranas que la etapa adulta, igualmente se sufren las consecuencias de un ritmo de vida estresante o ante situaciones que no saben cómo gestionar desarrollando  un sentimiento de inseguridad debido a las responsabilidades, exigencias u horarios muy intensos  con demasiadas actividades en el día a día.

Por ello, los datos que se manejan en los últimos estudios señalan que ente un 6% y un 20 % de los niños y adolescentes de 9 a 17 años también padecen ansiedad, siendo la patología más diagnosticada después de los trastornos del comportamiento. Al igual que sucede en los adultos, la ansiedad es mucho más frecuente en niñas que en niños.

A través de un estudio español realizado por la Fundación Jiménez Díaz publicado en la revista “European Child and Adolescent”, los autores Jun José Carballo Belloso y Enrique anda Garcia analizaron casos de ansiedad entre los años 1992 y 2006, con una muestra de 23.163 menores que acudían a las consultas de atención primaria. Encontraron  datos que arrojaban que del 9% al 15% de los menores estudiados entre 7 y 11 años reunían criterios de trastorno de ansiedad (generalizada, de separación, por estrés postraumático, fobias, pánico o trastorno obsesivo compulsivo).

Con el objetivo de evaluar si la ansiedad que se diagnostica en un primer momento en las consultas de salud mental de la Comunidad de Madrid permanece en el tiempo, y basándose en los 1.869 casos positivos que se encontraron, los resultados dieron lugar a la conclusión de que existía una gran estabilidad diagnostica para los trastornos de fobia, ansiedad social y estrés postraumático, que se siguieron entre los 15 y los 19 años, pero por el contrario dicha estabilidad era mínima para la ansiedad generalizada y el trastorno de pánico, siendo estos últimos, según señalan los autores, más difíciles de diagnosticar.

Es importante señalar que todos los niños sienten ansiedad y temor en algún momento de su crecimiento, ante la separación de los padres cuando son muy pequeños, por un examen, ante nuevas situaciones sociales o aprendiendo a dormir a oscuras, pero lo importante será discriminar sí es algo ocasional o por el contrario interfiere en la vida cotidiana del menor, momento en el que sería necesario consultar con un especialista para que se trabaje el problema con las estrategias adecuadas evitando así que se desarrolle una baja autoestima, deterioro en las relaciones personales, bajada en el rendimiento escolar, falta de atención o la posibilidad de aprender a vivir con ansiedad como mecanismo de defensa lo que aumentaría el riesgo de convertirlo en un problema en la etapa adulta.

Síntomas como el nerviosismo, la aparición de tics, presencia de una mayor intolerancia hacia cambio de planes, rebeldía, resistencia a cumplir algunas de las normas ya  asimiladas, tristeza o regresión en las atenciones demandadas hacia los padres son algunos de los indicativos a tener en cuenta en la observación de la ansiedad en los niños y adolescentes.

Algunas de las recomendaciones básicas para los padres o profesores en el manejo de la ansiedad en niños y adolescentes estarían relacionadas con ayudarles a sentirse seguros en su día a día, consiguiendo rutinas con horarios fijos de comidas y actividades, escuchar sus preocupaciones siempre y cuando ellos estén preparados para hablar del tema y contestar de una manera sincera y clara, enseñarles valores e ideas no teniendo siempre explicación para acontecimientos como muertes o sucesos injustos como un robo enseñándoles a manejar la tolerancia a la frustración, ayudarles a manejar sentimientos de nerviosismo y desasosiego, animarles a que expresen sus inquietudes hablando sobre sus miedos o trabajándolos a través de juegos o dibujos canalizar así la energía que les causa la ansiedad, vigilar las imágenes e información a la que tienen acceso en televisión y a través de Internet e intentar dotarles de estrategias de relajación, afrontamiento y solución de problemas para conseguir hacerles vivir con una mayor sensación de control, confianza y tranquilidad.

Ana Perales Martín