Esta firma impacta: está ejecutada con una aparente torpeza y con escaso empastamiento del útil escritural negro que requiere un posterior retoque por parte del artista empleando otro color más grisáceo.
De entrada, podría parecer falsa, pero no lo es, y ¿por qué? Porque ese trazado espontáneo, fresco y al mismo tiempo contenido y coherente delata la personalidad del genio.
Es difícil imitar este trazo impulsivo y frenado, recargado y ausente.
Es un estoy, y un me voy unísino, propio de quien entra por la puerta, no le gusta lo que ve, y se va con la misma impetuosidad con la que ha llegado.
Así, veo yo la figura de Picasso.
Por eso, firmas relamidas, lentas, retocadas e inseguras, siempre, siempre son sospechosas.
Y si no, fíjense en la otra firma.
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