Peritajes & Peritos

Dr. Bernat-N. Tiffon. Psicólogo y Perito Judicial. Profesor de "Psicología Criminal" (UIC). 

La temática que nos ocupa, versa sobre una tipología concreta de asesinos en serie, denominada como "Ángel de la Muerte"Esta figura, aunque con sus características peculiares y singulares, se ubica por excelencia en el medio y ámbito sanitario; el porqué de esta fenomenología sólo se encuentra en la mente del cuidador el cual entiende  -como  justo proceder-, el arrebatar la vida a sus propios pacientes.

Así, en las contemporáneas crónicas negras de nuestro país, hallamos la existencia de, por ejemplo, de un caso –aún hoy día Sub iudice-, pero no por ello exento de polémica e interesante desde el punto de vista psicológico y criminológico: nos referimos al caso de Joan Vila Dilmé, conocido como "El Celador de Olot"; a quien el Ministerio Fiscal y las acusaciones particulares le atribuyen presuntamente la perpetración de 11 delitos de asesinato con la circunstancia de alevosía, acaecidos mientras trabajaba en la residencia geriátrica La Caritat de Olot.

Según se desprende de las informaciones vertidas por los medios de comunicación, el Ministerio Público considera que el mismo, presuntamente actuó con alevosía, ya que la totalidad de sus víctimas se caracterizaban por ser de avanzada edad y tener problemas de movilidad, los cual les imposibilitaba prácticamente de forma total la posibilidad de defensa. Asimismo, perpetró presuntamente dichos ilícitos cuando las víctimas se encontraban solas y sin posibilidad de obtener un testigo de referencia que hubiera podido salvarlas de manos del cuidador dado que a las mismas se les suministraba fármacos en dosis elevadas o sobredosificada, e incluso, productos tóxicos que tenían como objeto darles muerte a dichos ancianos privándoles de sufrimientos, innecesarios a entender del perpetrador.

Se da además la circunstancia, de que en fecha de 24.01.2012, y a través de la prensa escrita, se le realizó una entrevista en la que el propio encausado daba a conocer los motivos de la perpetración de dichos actos, justificando sus acciones.

En cualquiera de los casos, serán los Juristas y, en su caso, los profesionales de la Salud Mental, los que deban encargarse de debatir -con el total conocimiento de causa que otorga la vista de las actuaciones- el supuesto en cuestión que, reitero aún, en fecha de los corrientes cuando el autor se halla redactando estas líneas se encuentra aún pendiente de señalamiento a juicio oral, de lo que presumiblemente será un enjuiciamiento llevado a cabo por un Tribunal de Jurado. 

En el presente artículo, y debido a la casuística existente en relación a la modalidad de asesino en serie tipo “Ángel de la Muerte”, procederemos a ilustrar algunos ejemplos relativamente contemporáneos (ora galenos ora enfermeros) en el que se utilizó el mismo “modus facere” anteriormente mencionado:

Edme Castaing –en el siglo XIX- fue un médico de nacionalidad francesa a quien se le considera el primero en hacer uso de morfina para consumar sus crímenes. Acusado de 2 asesinatos, a su detención, el Dr. Castaing fingió locura pero fue finalmente desenmascarado. Después de una apelación fracasada y un fallido intento de suicidio (un amigo le introdujo en el centro penitenciario veneno escondido dentro de un reloj), el Dr. Castaing fue ejecutado el 6 de diciembre de 1823

Harry Howard Holmes, se declaró confeso de 24 víctimas (aunque se cree unas 200). Fue condenado a muerte por el Tribunal de Filadelfia y ahorcado en 1896.

Marcel Petiot, a quien en 1946 el jurado lo halló culpable de 26 asesinatos premeditados. El Tribunal lo declaró culpable de las muertes y lo condenó a la pena de muerte ante la guillotina.

Harold Frederick "Fred" Shipman. Conocido como el “Dr. Muerte”, en el año 2000, fue condenado a 15 cadenas perpetuas por el asesinato de 15 de sus pacientes inyectándoles dosis letales de morfina. Posteriormente a la celebración del juicio contra Shipman, la policía siguió investigando hasta cerrarse la misma con una cifra probable de 218 muertes perpetrados por el ya entonces conocido como “Dr. Muerte” a lo largo de 27 años. Según un in informe oficial de Gobierno británico señaló en 2002 a un mínimo de 215 víctimas (171 mujeres y 44 hombres, de entre 41 y 93 años). Shipman nunca reconoció sus crímenes. Los profesionales de la salud mental que examinaron y evaluaron al médico, no les llegó a hablar de sus propios crímenes porque no se consideraba a sí mismo culpable.

En lo que se refiere a la modalidad profesional de enfermeros, haremos mención a título ilustrativo de los siguientes casos:

Donald Harvey, enfermero del Hospital de Cincinnati (EEUU). Asegura haber asesinado hasta 87 pacientes; no obstante, los datos oficiales apuntan entre 37 y 57. Según sus declaraciones, afirmaba que empezó matando para “aliviar el dolor” de los pacientes. Utilizó el cianuro y el arsénico como métodos favoritos para provocar la muerte de sus pacientes (entre otros). Actualmente se encuentra cumpliendo 3 cadenas perpetuas por sus crímenes.

Edmund Charles Cullen es posiblemente el más prolífico de entre los auxiliares sanitarios. Los expertos analistas del caso consideran que pudo alcanzar aproximadamente las 400 víctimas entre los Hospitales de Nueva Jersey y Pennsylvania. Cullen administraba insulina o digoxina a sus víctimas y afirmaba no poder soportar el presenciar los intentos de salvar la vida a los pacientes por lo que decidía administrar sobredosis a los pacientes para evitar más sufrimientos. Actualmente se encuentra pena privativa de libertad en centro penitenciario con 6 cadenas perpetuas.

El denominado como “Enfermero de la Muerte” en Lucerna (Suiza) –y por cuyo nombre no trasciende- se encuentra cumpliendo prisión desde el año 2001 por la muerte de 23 mujeres y 4 hombres -de entre 66 y 95 años- que sufrían demencia senil. La mayoría de las victimas –en su caso, ancianas- vivían en casas de reposo y el perpetrador las mataba con masivas dosis de fármacos o las sofocaba con bolsas de plástico y almohadones. Los profesionales de la salud mental no le apreciaron alteración psíquica alguna.

Christine Malevre. Enfermera francesa, 33 años. Condenada a diez años de cárcel en enero de 2003 por matar a siete de sus pacientes en un hospital de las afueras de París.

Las edades que presentaban las victimas de Orville Lynn Majors oscilaban entre los 58 y los 89 años, enfermera de 43 años condenada a 360 años de cárcel en 1999 por seis asesinatos, cometidos entre 1993 y 1995, en el Vermillion County Hospital de Clinton- Indiana (EEUU).

El singular y peculiar “modus operandi” en la perpetración de esta modalidad de delitos contra la vida humana independiente, se enmarca en el medio sanitario por la sencilla razón de que los mismos se contextualizan en un ámbito en que se dispone con facilidad para los autores, de victimas propiciatorias del acto delictógeno.

Una vez descubierta la ilicitud de los hechos típicos y antijurídicos y descubierta la autoría, los sujetos activos del delito suelen alegar que, la contemplación del estado psicofísico que padecía la víctima en cuestión, les empujaba irrefrenablemente a darles la muerte a los ancianos excusándose en la impotencia que por los mismos sentían o en lo que se ha traducido en la literatura jurídica y psicopatológica, como la figura del "Asesino por compasión" o "Asesinato por pena".

En términos generales, éste mismo proceso de autojustificación y/o autoatribución del comportamiento ejercido, viene a sugerir que sus capacidades cognitivas y volitivas se mantienen intactas, estando el autor del delito en pleno contacto con la realidad y, por ende, plenamente consciente de sus actos, lo que le sitúa en una especie de posición de "ejecutor compasivo" de la (supuesta o no) lamentable situación del paciente también llamado como "asesino por compasión".

Aunque NO se halla suficientemente clarificado en la literatura científica si las tendencias criminales de estos sujetos, surgen antes o después de realizar los estudios universitarios que le encaminan al ejercicio de las profesiones sanitarias, la casuística existente sugiere la existencia de 2 tipologías de asesinos en el campo sanitario:

Un primer grupo constituido por asesinos “vocacionales” –si se me permite la expresión entrecomillada-, que presentan motivación por la Medicina y que poseen un maligno, nocivo y desvirtuado interés patológico con respecto al “sentimiento de poder” sobre la vida y la muerte, reflejándose esto en la perpetración de los crímenes con los enfermos. 

Y un segundo grupo, constituido por profesionales que implicados de manera muy importante –casi obsesiva- con sus pacientes, acaban por sufrir el denominado “Síndrome de Burn-Out”, hasta alcanzar el estado psicológico de hastío y hallarse en situación de hartazgo de tratar con los mismos. Este estado psicológico puede producir un agotamiento psicoemocional, y el desarrollo de un cierto pensamiento cínico con relación al estado de sus pacientes. Ésta tipología suele ser frecuente entre  profesionales sanitarios auxiliares que trabajan con pacientes en estado terminal, pacientes en situación de curas paliativas, ancianos en proceso de avanzado estado de vegetación o servicios de urgencias.

Muchos de los casos que hemos ido relatando a lo largo del presente, y vaya por delante, confiando en la fiabilidad de las fuentes a las acudimos -a salvaguarda de la posible falta de más datos existentes-, nos vienen a sugerir y a orientar la situación de estos sujetos activos del delito ya condenados -algunos a  una o varias cadenas perpetuas-; y otros a los que se les aplicó la pena capital o pena de muerte; no fueron merecedoras de la apreciación por los Tribunales juzgadores de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal alguna.

Ello se traduce en la no observación de trastorno mental alguno y, por ende, se les consideró plenamente responsables de sus actos con conservación de sus capacidades intelectivas y volitivas y, por tanto, plenamente imputables.